domingo, 26 de agosto de 2007

EL YIN Y EL YANG: LA PIEDRA ANGULAR DEL PENSAMIENTO CHINO.

El Yin y el Yang (conceptos que no debemos confundir con la idea de Bien y Mal) son los dos principios complementarios y, al mismo tiempo, antagonistas que, según los chinos, caracterizan a todas las cosas y a todos los seres vivos. Para la cultura china, todo tiene un contrario, que es también su complementario. Gracias al Yin (que incluye la noción de oscuridad, frío y pasividad) y al Yang (luz, calor y actividad) se manifiesta el Tao, es decir, el principio de orden que gobierna el universo entero.
De este modo, el mundo en el que vivimos se forma parte de un código binario (hombre/mujer, sol/luna, oscuro/claro, brillante/apagado, débil/fuerte, pesado/ligero, frío/caliente, lleno/vacío, muerto/vivo, alto/bajo, dentro/fuera) que podrían prolongarse hasta el infinito.
Según la concepción taoísta del universo, todo procede del
Yin o del Yang: el cielo y el sol, por ejemplo, son Yang, mientras que la tierra y la luna son Yin. Vemos que el Yang se asocia a todo lo masculino y, por tanto, el Yin a lo femenino. Complementarios, el Yin y el Yang están hechos para asociarse entre sí. De su fusión nace la armonía suprema, que es el objetivo último que busca el taoísmo.
Aparte de la polarización del universo en
Yin y en Yang, los chinos dividen todas las cosas en cinco partes (o categorías). Son las Cinco Fases, Cinco Elementos o Cinco Agentes (wuxing). Estas cinco energías naturales o soplos (Qi) surgen tras añadir (en el siglo III) la quinta dirección (la del centro) a la categorización tradicional que asocia las cuatro estaciones y las cuatro direcciones con los cuatro animales y los cuatro colores (dragón-azul-primavera-este; tigre-blanco-otoño-oeste; pájaro-rojo-verano-sur; tortuga-negro-invierno-norte). Simbólicamente, estas categorías forman las “diversificaciones del Tao” y permiten clasificar las cosas de acuerdo con los Cinco Elementos, como observamos en la tabla siguiente, en la que se produce la percepción de la realidad universal. Los chinos ven la misma diferencia entre alma y materia que entre lo que está vivo (dioses, hombres, animales, plantas) y lo que no vive (montañas, rocas, agua, objetos).Ocho trigramas y sesenta y cuatro hexagramas simbolizan la transformación de todas las cosas, el momento en que pasan del Yin al Yang.
Todas las cosas y todos los seres mutan permanentemente del
Yin al Yang pasando por “estados sucesivos”.
Hacia el año 1000 a.C., los adivinos finalizaron la representación codificada de esos "estados sucesivos" de la realidad visible, palpable o no, mediante figuras que estaban compuestas por dos tipos de trazo (continuo ------ o quebrado -- --). Si se unen de tres en tres, estos trazos forman, de acuerdo con todas sus combinaciones posibles, ocho
trigramas (bagua), y si estos últimos se emparejan de dos en dos, el conjunto de combinaciones para pasar de un estado a otro compone sesenta y cuatro hexagramas, cuyo orden sigue una estricta regla.
De este modo, resulta lógico que China sea el país de los ritos y los códigos: desde el momento en que el universo entero obedece a un principio de orden tan universal como el Tao, los rituales y los códigos deben guiar la conducta de los hombres, tanto en el plano individual como en el colectivo. Por ello, cuando desde finales del siglo
XVI los primeros jesuitas comenzaron a estudiar China de forma científica (como el alemán Adam Schall [1592-1666] o el flamenco Ferdinand Verbiest [1623-1688]), quedaron sorprendidos por la importancia que los chinos daban a lo que ellos denominaban “ritos”, esas leyes intangibles que rigen gran número de aspectos de la vida desde hace milenios. La constante presencia de lo ritual en la civilización china testimonia, incluso en la actualidad, la voluntad que tienen en trasladar a la sociedad, por todos los medios posibles, los mismos mecanismos que hacen armoniosa la naturaleza.

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