martes, 3 de abril de 2007

Una prueba (más) de nuestra estupidez

Los Premios Darwin son un irónico galardón que toma su nombre de Charles Darwin, padre de la teoría de la evolución. Estos premios se basan en el supuesto de que el ser humano mejora genéticamente accidentalmente, matándose o esterilizándose por un error absurdo o un descuido. De este modo, los Premios Darwin se conceden, generalmente póstumamente, al individuo que se elimina del acervo genético de la manera más espectacular.

Para la elección de los candidatos hay 5 simples normas:

1) Reproducción. El candidato debe terminar su experiencia muerto, estéril o incapaz de reproducirse de cualquier modo.

2) Excelencia. El candidato debe haber manifestado una inconcebible incapacidad de juicio. No se trata de estupideces comunes, sino de grandes estupideces.

3) Autoselección natural. El candidato debe ser causante de su propia muerte. Con esta exigencia, el Premio Darwin intenta desalentar a aquellos que, con un acto sublimemente imbécil, asesinan a otros inocentes.

4) Capacidad de juicio. El candidato debe ser capaz de un juicio maduro y preciso. Esto excluye, como es natural, a los niños, a los enfermos mentales y a aquellos cuya inteligencia ha demostrado sufrir un proceso patológico o padecer algún retraso mental.

5) Veracidad. El evento en cuestión debe poder ser comprobado.

Sólo dos cosas son infinitas,

el universo y la estupidez humana,

y de lo primero no estoy seguro.

Albert Einstein

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